jueves, 2 de abril de 2009

El modelo que necesitamos


El país necesita marchar con un modelo político que destierre la corrupción, los abusos, la ineficiencia, la mentira; que elimine el despilfarro, la falta de transparencia y la inequidad en el acceso a los recursos de campaña; que revierta el centralismo, la demagogia y el clientelismo, y en el que las y los ciudadanos se sientan responsables por el futuro del país y tengan la oportunidad de cumplir con sus obligaciones. Necesitamos un modelo político que abra las puertas de la democracia y donde las decisiones se tomen y las negociaciones se lleven a cabo, en cuartos con ventanas abiertas, luces prendidas y mesas de vidrio.

Necesitamos un modelo de administración pública en que prevalezca la eficiencia, la técnica, el profesionalismo, el respeto y el justo reconocimiento a los empleados públicos, la rendición de cuentas, la descentralización, la transparencia en nombramientos y procesos de compra y contratación y donde no tenga cabida la política partidista ni la corrupción.

Necesitamos un modelo productivo en que prosperen las empresas pequeñas y medianas nacionales, las empresas cooperativas y comunales, las empresas que invierten en innovación, ciencia y tecnología, las empresas ambientalistas, las empresas que respetan los derechos de los trabajadores, las empresas de mujeres, las empresas que se sitúan en polos de desarrollo predeterminados, las empresas que pagan todos los impuestos y las cargas sociales y las empresas que no han comprado ni han intentado comprar poder político.

Necesitamos un modelo de competitividad internacional basado en capital humano de alta calidad por medio de un mejoramiento de la educación pública; en capital físico altamente productivo por medio de inversiones en innovación, ciencia y tecnología; en un mejoramiento de la productividad del sector público por medio de la descentralización, la despolitización de decisiones, la ética en las altas esferas, la motivación y el respeto a los empleados públicos, la digitalización de la prestación de servicios, de las compras y de los controles sociales; en el fomento de la producción amigable con el ambiente dirigida a los mercados verdes; en el mejoramiento de la infraestructura de transporte (carreteras, caminos, puertos y aeropuertos); en la estabilidad macroeconómica por medio de una rigurosa disciplina fiscal y monetaria; en paz social por medio de un modelo de desarrollo inclusivo que convierta a todos los habitantes del país en socios de sus éxitos y del diálogo franco, respetuoso y permanente con organizaciones agrícolas, ambientalistas, comunales, cooperativas, empresariales, estudiantiles, feministas, indígenas, religiosas, sindicales, solidaristas, etc.

Necesitamos un modelo social que garantice acceso igualitario a las herramientas de superación; que premie y dignifique a todas las personas esforzadas y honestas; que retribuya la honradez, el trabajo, el cumplimiento de la palabra y el respeto al tiempo y que castigue la deshonestidad y la vagancia. Con la misma fuerza y convicción con que renovamos nuestro compromiso por un país en que quepan todas las personas honradas y trabajadoras, prometemos hacer incómoda e insoportable la vida de los vagos, pero, sobre todo, la de los ladrones, sinvergüenzas y corruptos, sean pobres o ricos.

Nosotros sabemos que tendremos justicia social si el pobre que se esfuerza llega a ser rico; que si la pequeña y la mediana propiedad es fuerte, lo será también la economía; sabemos que si promovemos los intereses nacionales, podremos esperar beneficios de las relaciones internacionales; que si nosotros preferimos la producción nacional, podremos esperar que otros países nos la compren; que si las y los costarricenses son dueños de las tierras, las empresas y los recursos naturales, seremos dueños de nuestro destino; y también sabemos que en este mundo globalizado si exportamos dignidad, importaremos respeto